Como es tan alto para su edad se sienta en la última fila. |
¿Por qué lo digo?... Pues sencillo. Hoy se inició el curso escolar y mi
nieto Bryant, quien desde hace varios días estaba esperando el regreso a las
aulas por fin se reencontró con su maestra y amiguitos.
A
las seis de la mañana lo desperté --porque se quedó el fin de semana en mi casa
distante varios kilómetros de su escuela—y me asombró su reacción cuando
mencioné la frase: “A levantarse que se hace tarde para la escuela”.
No
hubo que llamarlo dos veces, enseguida se tomó su desayuno se aseó y se vistió
con su uniforme escolar, aunque faltaba la camisa porque… como ha crecido,
tanto hubo que mandarle a hacer una nueva y anoche fue que la costurera la
terminó y la llevó a casa de su mamá.
Briant con su maestra . |
Luego
de la rutina de viajar en lo que aparezca pudimos llegar a tiempo a la escuela
y allí la explosión de entusiasmo por el reencuentro y los comentarios de los
lugares visitados en las vacaciones fueron tema de conversación entre los
infantes.
Al
llegar vi con alegría y orgullo que los enseres escolares, libro, libretas,
cuadernos de trabajo, acuarelas, lápices de colores y crayolas estaban
ordenados en cada pupitre para todos y cada uno de los niños.
Bondades del sistema que gratuitamente asegura
– a pesar de las dificultades del país-- la educación a todos los niveles.
Sinceramente
me sentí como en mis tiempos de primaria allá por la segunda mitad del siglo
XX.
Con
la gran diferencia de que en esos tiempos era una preocupación para mis padres
logar que sus 4 hijos fueran adecuadamente a la escuela con los materiales que
exigían tanto las privadas como las públicas.
Mi
nieto loco de contento porque comienza su segundo grado. Le encanta aprender cosas
nuevas y dice que va a estudiar computación. Veremos que le depara el futuro. Por lo pronto me sentí feliz porque tiene la
educación asegurada. Solo debe aprovechar muy bien su tiempo para asegurar su
destino aprovechando las oportunidades que le da la vida. Ahora no lo entiende
por eso nosotros, los adultos mayores tenemos que guiarlos. Esa es una de las
bellezas de la tercera edad. Ser el soporte elemental de la familia y la guía
de los más pequeños. ¿No creen?
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