El
mes de diciembre de 2016, intenta acumular toda la tristeza posible, y
casi que lo logra. Desde hoy, día primero del último mes del año, el
Teatro Sauto, de Matanzas, ha perdido a Cecilia Sodis Carrillo, su
directora desde hace más de dos décadas. Cecilia, mujer con nombre de
canción y de zarzuela, entregada en cuerpo y alma a la actividad
sociocultural de un coliseo que ya reconoce en su historia, los pasos y
el pensamiento de esta guerrera nata, que soñaba mediante acciones la
recuperación constructiva del centenario teatro de la Plaza de la Vigía.
Cuantas
anécdotas, recuerdos, testimonios y energía se van con Cecilia. Todo el
que la conoció de cerca y hasta de lejos, sabía de su entereza como
persona, como trabajadora, como cubana, pero sobre todo conocía de su
inmensa pasión por el Teatro Sauto. No va a ser fácil ocupar ese
espacio. Todo su espíritu ha de andar por los pasillos que otrora
recorrieran Anna Pavlova, Sarah Bernhardt, Enrico Caruso, Rita Montaner o
Bola de Nieve. En su escenario, desde donde se dirigió alguna vez al
público con discreta comunicación, también se le podrá recordar, aunque
lo de Cecilia era ver a Sauto funcionar, que estuviera activo, lleno de
gente y de buen arte, que estuviera bonito, limpio y sobre todo se
mantuviera fiel su arquitectura original. Lo que más duele de su pronta e
inesperada partida es que no va a ver terminada su principal
inspiración, el principal motivo que, además de su familia, la hacía
vivir.
La
visité recién en su oficina llena de materiales, papeles, órdenes y
objetos de arte; fui a hablarle sobre mi idea para el espectáculo de
inauguración, aún sin fecha posible. Ya estaba enferma, pero su sonrisa,
entre apagada y optimista se me clavó en el corazón. Dicen que Cecilia
quiere decir pequeña ciega, patrona de la música, fuerza, voluntad,
valor, alguien comunicativo, sociable, dinámico, intuitiva y
responsable. Parece que es verdad, porque esas cualidades y otras tantas
adornaban a una mujer grande físicamente e inmensa como luchadora por
la cultura cubana.
La
vamos a extrañar por mucho tiempo. Cuando el Sauto abra nuevamente sus
puertas, una brisa de Cecilia bañará nuestros rostros, las luces se
encenderán y los ojos de Cecilia nos estarán mirando complacidos,
aplaudiremos felices, y en el sonido de aceptación aprehendido por los
humanos durante siglos, habrá un sonido especial para Cecilia, un
aplauso de evocación y de vida, una ovación cerrada de respeto,
admiración y amor.Quise comenzar mis recuerdos de Cecilia con los de Rubén Darío Zalazar porque los suscribo totalmente.
Hace unas semanas fue al Sauto y la entrevisté para conocer la marcha del teatro y las perspectivas de inauguracion en el 2017. Optimista me dijo --entre otras muchas cosas--, que sólo faltaba terminar de pactar la climatización pero que esperaba se solucionaran las pequeñas dificultades monetarias y de contrato que eso implicaba... Me habló entusiasmada del espectaculo inaugural que ella quería fuera como hace muchos años en otra reparacion donde el Ballert Nacional de Cuba con Alicia Alonso estuvieron presentes.
No lo podrá ver ya, pero espero que su deseo se vea cumplido. Mucho ha trabajado ella para mantener "su" teatro vivo --como me dijo--, con todo su personal allí, limpiando, cuidando y protegiento los valores que atesora.
Un verdadero colectivo que la extrañará, pero tambien la va a homenajear haciendo lo que ella siempre quiso: mostrar el esplendor de una instalacion sesquicentenaria.
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