Un sentido homenaje al cantante lírico Gustavo Álvarez se
tributó en la sala José White donde muchas veces dejó escuchar su potente voz
de barítono, muy aplaudida tanto en Cuba como en disímiles países de los tres
continentes.
Gustavo deja una honda huella en sus contemporáneos y en las
nuevas generaciones de cantantes no sólo por su magisterio y sus dotes artístico
musicales sino por la calidad humana y el virtuoso camarada en todos los
tiempos fueran mejores o peores.
Por eso no es de extrañar que quienes asistimos al homenaje
hecho por el grupo lirico A tempo Clásico donde varios oradores contaron
anécdotas y se dejara escuchar una grabación de sus melodías preferidas
interpretadas a la perfección, arrancaran una gran ovación, como ésas que
siempre arrancó al público para el que gustaba trabajar el guajiro Gustavo
Álvarez. Esa fue la despedida.
Dejó de existir físicamente ése amigo de la música, profesor
de nuevas generaciones y defensor a ultranza del arte lírico que durante más
cinco décadas compartió en el teatro Lírico Nacional, en el Lirico de Matanzas
y en disimiles agrupaciones de Italia y Colombia por sólo mencionar algunas.
Hacía algún tiempo que decidió dejar de cantar –por jubilación
y momento oportuno, decía, -- pero como siempre asistía a tertulias y
actividades culturales, en no pocas ocasiones tuvo que volver a hacerlo a
petición de su público.
Lo recordaré siempre jovial en franca actitud amistosa con
la prensa --a pesar de que no le gustaba ser entrevistado,-- y no olvido su
promesa de arreglar mi reloj cucu; que
ya no podrá por mi pereza en llevárselo. Es que su hobby era ser relojero.
El tiempo le jugó una mala pasada pero ese mismo tiempo lo
ha hecho entrar en la historia.
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