Recordar, tener memoria histórica es privilegio de todos los seres humanos en cualquier época o tiempo terrenal.
Para mi es grato recordar aquéllos días finales de la
campaña de alfabetización donde desde las filas de las brigadas de alfabetizadores
Conrado Benítez aporté mi granito de arena. Ése que me enorgullece hoy día.
Lo primero que recuerdo es aquél tren con vagones de
transportar caña que atravesaba el país con los alfabetizadores y que llegó a la
capital bajo una pertinaz llovizna. Sin embargo, lejos de angustiarnos nos
llenó de esa alegría infanto-juvenil que todos teníamos por haber cumplido con
el pedido de Fidel.
Al llegar a la capital nos dieron los lugares de
alojamiento: las casas de los habaneros que se ofrecieron a hospedarnos aún sin
conocernos.
A mí me tocó una vivienda en la dirección de Noriega
número ocho. Es lo único que recuerdo porque me habían advertido que la Habana
era muy grande y si lo olvidaba me perdería y nadie me encontraría.
Yo sólo tenía diez años en ese 1961 y prácticamente los
cumplí en las labores de preparación y realización de la gesta.
La señora de la casa, no recuerdo su nombre, nos trató
de maravillas y lo primero que hizo fue llevarnos por toda la parte vieja de La
Habana y atravesar el túnel, que era la novedad del momento para los “guajiritos”
que llegaban a la capital.
El día del acto de aquél 22 de diciembre de 1961,
diferentes ómnibus nos recogieron y llevaron a la plaza de la Revolución. La
parte donde nos dejaron estaba junto a los brigadistas que tenían gigantescos
lápices y en los filmes vi estaban en la primera línea del desfile.
Yo logré llegar hasta my cerca de la tribuna y recuerdo
todo como si estuviera ahora en ese acto.
Recordar el año que estuvimos entregados a la campaña
de alfabetización es algo reconfortante pues se contribuyó a que los cubanos fuéramos
más libres y educados.
Eso también me abrió las puertas al entendimiento de lo
importante que es adquirir conocimientos. Eso me dio el valor suficiente para
continuar estudios hasta la universidad y aprovechar todas las oportunidades
que nos brindó la revolución en esos años.
Ahora, seis décadas después miro atrás y veo que esos
años fueron muy importantes para mí. Hoy además de periodista, logré ser
profesora de la Universidad y a lo largo de mi existencia he compartido y traspasado mis conocimientos
a quienes lo han pedido o necesitado.
Hoy atesoro los recuerdos con las medallas de la
alfabetización, el Aniversario 40 de las FAR que se entregó por ser miembros
del Ejército de alfabetizadores como dijo Raúl, aquel pequeño carnet con mi
imagen de hace 60 años, y el certificado que me entregaron cuando el primero de
mis alumnos hizo la carta a Fidel y se graduó de alfabetizado. En este camino
de la enseñanza que no para hasta hoy la campaña de alfabetización fue el
comienzo.