viernes, 28 de febrero de 2014

La música de concierto estará en festival.



Los preparativos para participar del onceno Festival de Música de Cámara incluyeron a lo largo y ancho del país jornadas regionales  en varias provincias del país a finales del 2013 y hasta febrero de 2914.
Matanzas no fue la excepción y asistí al efectuado en la Ermita de Moserrate con los grupos femeninos Trío Bonanza y el cuarteto de cuerdas Ganma.
Fue una especie de audición donde los organizadores del Festival, que auspicia el maestro Frank Fernández en la capital del país, evaluaron la calidad y posibilidades de dichos grupos.
Excelente decisión porque a pesar de ser un festival nacional y ofrecer la posibilidad de participación a quienes lo deseen, este paso evaluativo garantiza la calidad de los que asistan ya que no es competitivo pero si una vía de enriquecimiento espiritual para quienes ya sea desde el público o el escenario desean escuchar buenas interpretaciones.
En el caso de las matanceras que pretenden integrar el programa del festival, las piezas que interpretaron incluían a Mozart, Cervantes, Piazzola O Tomas, y tienen en su haber la diversidad pues las cuerdas de Ganma y los instrumentos de viento de Bonanza aunque son diferentes sonoridades tienen perspectivas de agradar a los auditorios.
El festival, a efectuarse del 25 al 29 de marzo próximos, ofrece la posibilidad de satisfacer las expectativas de quienes gustan de ese arte pero también pueden ser un acicate para quienes aún no conocen los secretos de la llamada música culta, barroca o antigua como se prefiera.
En momentos en los que pretendemos rescatar valores entre las nuevas generaciones y las ya no tanto, la música sería una vía porque a la vez que agrada el oído – dicen que la música amansa la fiereza en los animales--  permite enseñar al ser humano cómo comportarse en diferentes escenarios.
Ahora recuerdo la primera vez que de niña fue a un concierto con mi tío Reynaldo. Quien evitó hiciera el ridículo cuando al pensar que ya había terminado la pieza musical fui a aplaudir y sujetó mis manos para explicarme que sólo había terminado uno de los movimientos del concierto.
Lo que quiero decir es que se aprende a comportar en un teatro a convivir en sociedad con buenos modales, en fin a ser mejores seres humanos.
Sería interesante que los directivos de los centros provinciales de la Música programaran en las pocas salas de la ciudad recitales de grupos de la música llamada culta para, --como se hizo al triunfo de la revolución con las presentaciones didácticas del Ballet Nacional de Cuba —las personas se interesen y tengan una opción más de la cultura. Hay que recordar que lo que no se conoce no se puede apreciar o entender.
Los cubanos saben hoy de ballet porque al pueblo se le enseñó a apreciarlo.
De eso se trata.

Gertrudis Gómez de Avellaneda y su huella en la provincia de Matanzas.



Un coloquio por el bicentenario del natalicio de Gertrudis Gómez de Avellaneda tuvo lugar durante la segunda sesión de la Feria del libro en la ciudad de Matanzas.
Gertrudis Gómez de Avellaneda es  un ícono para los matanceros pues gracias a su quehacer literario e iniciativas  las ciudades de Matanzas y Cárdenas atesoran muchos recuerdos vinculados  a su memoria.   De ahí la masiva participación en el coloquio por su bicentenario realizado en el Museo Palacio de Junco con disertaciones de las investigadoras Cira Romero, del Instituto de literatura y Lingüística --de quien también se presentó un libro preparado por Ediciones Matanzas,-- Diana Rosa Torriente especialista del museo de Cárdenas,  y Alina López, ensayista y editora de la revista Matanzas, además del dramaturgo Ulises Rodríguez Febles.  
Paralelamente se inauguró una  exposición transitoria organizada por el Museo Oscar María de Rojas y el provincial Palacio de Junco,  titulada: Itinerarios matanceros de la Avellaneda, que permanecerá abierta durante todo el mes de marzo y exhibe pinturas,  objetos,  muebles y escritos  de La peregrina  o Tula, como solía llamársele en los círculos de sus amistades más íntimas.
La Avellaneda, casada con el coronel Domingo Verdugo  vivió en Matanzas y Cárdenas durante los años 1860 al 63 y su huella cultural y social tiene profundas raíces entre los yumurinos.